Thursday, April 29, 2010

El sendero de Hager Park

En mis días en la preparatoria, yo siempre quería intentar nuevas actividades. Yo no era una chica atlética, pero siempre quería tratar de serlo. Intentaba jugar muchos deportes, pero no tenía la coordinación ni los reflejos para jugar cualquier juego con una pelota. Entonces yo intentaba correr.
Fue horrible, porque aunque yo podía correr por mucha distancia, no lo podía hacer muy rápidamente. También, cuando estaba yendo tan lentamente, perdía al resto de las chicas que corrían adelante. Y cuando las perdía, me perdía también y nunca prestaba atención en donde andaba corriendo. Cantaba mientras corría, y cuando ya no podía pensaba en canciones para mantener mis pies en ritmo. Y cada vez que me perdía, alguien corría en mi dirección para encontrarme y llevarme con las otras chicas. Así que nunca fue un problema para mí y nunca me preocupaba con perderme, porque sabía que siempre habría alguien para encontrarme.
Meses después, yo decidí intentar esquiar a campo traviesa. Yo pensaba que no tenía que tener la coordinación como para jugar béisbol o baloncesto. Y Tampoco tenía que ser muy rápida, porque no estaba yendo con nadie, iba a ir sola y no tenía que preocuparme por mi velocidad.
Al empezar, me fue muy bien. Yo escogí ir a un parque muy cerca de mi casa, porque aunque era todo bosque, y tan denso que no podía ver de un lado a otro ni a más de diez metros, no tenía que preocuparme por si me perdía, porque yo podría encontrarme otra vez en la propiedad de un vecino.
Pero en ese día, yo sí me perdí. Y empezó a anochecer. Yo me ponía muy nerviosa, porque no tenía un teléfono celular en esos días, y no podía ver el fin del bosque. Lo único que podía ver era pino tras tronco tras rama. Anocheció, y aún me quedé perdida. Todo el suelo estaba cubierto de nieve, y no pude ver las marcadores en el sendero para mostrarme el camino que me llevara fuera del bosque.
Empezaba a llorar. Pensaba que nadie me podría encontrar si me perdía de verdad, y que tal vez estaba yendo en círculos, y que nunca encontraría una salida. Me sentaba en un tronco caído y pensaba. Pensaba y lloraba. Y luego, cuando me di cuenta de que yo estaba haciendo algo malo en esa situación, rezaba. Rezaba que Dios me llevara a mi casa y que pudiera salir de la oscuridad del bosque.
Yo tenía la fe rejuvenecida de que iba a salir del bosque, y que lo podría hacer bien y antes de que alguien se preocupara por mí. Después de media hora más de esquiar, miré hacia el cielo y podía ver una estrella. Después de cinco minutos más, podía ver más estrellas en el cielo y las seguía hasta que el bosque se rebajaba y podía ver todo claramente y sin ocultación. Salí salva del bosque, y con la realización de que Dios me había ayudado a salir de allí y consolarme mientras esquiaba.
Ahora sé (aún más que antes) lo tan peligroso que es para una joven salir sola por la tarde a un lugar desconocido. Ese día aprendí que no todos los senderos te muestran el camino correcto, y que a veces, hay que depender de otra persona, humana o espiritual para que sea el guía en ese camino.

No comments:

Post a Comment